Las Supersticiones según el Catecismo de la Iglesia Católica, 2111.
La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Pue-
de afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición (cf.Mt 23, 16-22). La superstición es un pecado grave contra el primer mandamiento: “Amarás a
Dios sobre todas las cosas”. Quienes caigan en este pecado deben acudir a confesión. Si no
acuden a la confesión y caen en ese pecado NO PUEDEN COMULGAR.
La superstición puede conducir a la idolatría y a distintas formas de adivinación y de magia.
La "suerte", entendida como una fuerza que pueda afectar el destino, no existe. El cristiano
sabe que depende de la Providencia divina y que es responsable por su libre albedrío. La superstición es producto de ignorancia o de un vacío espiritual. Las tradiciones serían supersticiosas sólo si se les atribuyen poderes mágicos.
Ejemplos de supersticiones: Acudir o frecuentar a los “adivinos”, “mediums”, “espiritistas”,
“magos blancos”. Acudir a “hacerse limpias”. Vestir y tener en casa estatuas de calaveras,
animales o budas. Esto atenta contra los mandamientos. Quienes han acudido a esas super cherías están en grave riesgo espiritual y se deben confesar y No pueden comulgar. Otros
ejemplos: El leer y consultar el horóscopo; el tarot; la “magia blanca”; veladoras de colores;
creer en la maldición del #13, de los gatos negros, de pasar bajo una escalera; comer uvas el
año nuevo para atraer la buena suerte. Hay fiestas que reúnen un conjunto de supersticiones,
por ejemplo, Halloween, el vestir ropa interior de colores amarillo o rojo en vísperas de año
nuevo para "atraer" dinero o amor, salir a dar la vuelta con maletas "para atraer viajes", el
poner lentejas a coser para atraer el dinero, etc., todas estas supersticiones que se realizan en
fin de año, tienen un componente que desvía nuestra fe del Único y Verdadero Dios providente y misericordioso, para poner nuestra fe en un objeto, con esto ofendemos gravemente a Dios, al tentarlo y desconfiar de su amor y providencia.
Jesús en su evangelio nos enseña que el Padre sabe lo que necesitamos y no tenemos que fijar nuestra fe en objetos y ritos paganos esotéricos, sino en Jesucristo, quien es Camino, Verdad y Vida.